divendres, 26 d’octubre del 2007

Alvaro Pombo




Querido Gabriel,
Acabo de terminar ‘El metro de platino iridiado’ después de diez días de torbellino desasosiego que es lo que siento con los libros de Álvaro Pombo, autor que estoy leyendo al revés ya que a partir de ‘Contra natura’ estoy socavando sus títulos anteriores de un modo pausado ya que no se pueden leer seguidos sin tener que recurrir a los antidepresivos de farmacia sin menoscabar mi muy preciada salud.
No hace falta que te diga que la lectura de su literatura me apasiona, ya llevo cinco libros y pienso seguir hasta el infinito para conocer todos los entresijos de esta alma pombiana atormentada que se muestra en cada uno de sus libros, lo que sucede con Pombo es algo insólito en mis hábitos de lector pues casi todos los personajes de sus novelas los encuentro casi repugnantes debido a sus retorcidas implicaciones mentales o a su vulgaridad más anti-heroe-de-novela y sin embargo debido y gracias a su maestría en escarbar en lo mas profundo de la mente humana hace que estos personajes, rechazados por principio, se vuelvan ricos, densos, humanos y hermanos prójimos a lo mas sensible de mi ‘yo’ como persona
Nadie, nadie como Pombo en describir los leves pensamientos relámpago que suceden en una mente en un instante, leves segundos quizás, Pombo sabe trasladar este ínfimo espacio de tiempo, pero henchido de hechos y vivencias acumuladas, en paginas y paginas detallando con su peculiar maestría estos pequeños instantes de hechos que vuelan por nuestra mente a velocidades casi insoportables.
El tono de sus escritos siempre está en una dimensión casi demencial, nunca en reposo, hay un trasfondo de música de opera verista como subrayando el acontecer de los pensamientos de todos sus protagonistas, acción interior, toda ella subjetiva que en algunos casos incluso llega a causar mareo o malestar al lector. Tan fuerte es el efecto de sus palabras envenenadas y lo retorcido de sus pensamientos que hace que reconozcamos lo más débil y mezquino que cada uno de nosotros llevamos dentro.
Sus finales de novela son tan falsos como si de opera, vuelvo a insistir, se trataran, muertes por suicidio, accidente premeditado, y siempre en las diez o quince hojas finales del libro. Pombo nos libera de la angustia soportada durante la lectura gracias a la muerte-fin-de-fiesta de sus novelas, muerto el perro se acabó la rabia. En fin que este joven autor siga publicando que yo seguiré gozando de gran literatura como nuestra querida y gran amiga Tereto